Durante la época de las Indias Orientales Neerlandesas, el estrecho de la Sunda se convirtió en una de las rutas comerciales más importantes del mundo, con cientos de naves cruzándolo cada año. El Krakatau, del cual se notaba fácilmente que era un volcán, pasó desapercibido. Se convirtió solamente en un punto de referencia, tras 200 años de calma y con otros volcanes opacándolo por su actividad constante o apariencia más llamativa.
En ese entonces, la isla volcánica medía cerca de 9 km de largo y 5 de ancho, con 28 km2 de superficie. El Perbuwatan contaba con una altura de 120 m, el Danan, 445 m; y el Rakata, 813 m.
Junto con las ahora llamadas Verlaten y Lang, Krakatau estaba cubierta de asombrosa vegetación, más estaba inhabitada y fue visitada pocas veces por sus recursos, ser usada como estación de reconocimiento naval, base para la pesca y construcción de barcos. Parece ser que también tuvo fama de ser una guarida de piratas, pero no hay evidencia de esto.
En el estrecho se encontraban más de 200 poblados, incluyendo Ketimbang, Anjer, Bantam, Merak y Tjarinjin. Más hacia el este de Java se encontraba la ciudad de Batavia (hoy Jakarta), donde se encontraba el Observatorio Magnético y Meteorológico, el cual estudiaba la actividad sísmica del área.
Desde hacía 6 o 7 años antes, los temblores en el estrecho de la Sonda se empezaron a hacer frecuentes, siendo el mayor ejemplo un terremoto ocurrido el 1 de septiembre de 1880, el cual se pudo sentir hasta el norte de Australia, y que dañó gravemente el faro de First Point en Anjer.
En 1883, el magma que subió y se acumulaba bajo del volcán comenzó a sentirse: los temblores se sintieron entre enero y mayo, aun así, fue un año calmado sísmicamente. El Observatorio de Batavia detectó 14 temblores: 4 en el este de Java y 7 en Sumatra.
9 de mayo de 1883
Los temblores se intensificaron, siendo la mayor prueba lo ocurrido en la madrugada del 9 de mayo. El cuidador del faro de First Point sintió un temblor en el aire y cómo el faro parecía sacudirse. Entonces vio como las aguas del estrecho de la Sunda se quedaron completamente quietas por un momento. El faro no reportó daños visibles.
La causa fue la subida del magma, el cual perforó la corteza, generando así un temblor con la fuerza necesaria para parar el océano.
Esta fue la primera advertencia, más.
La mañana de aquel día inició con un cielo sin nubes, pero entre las 10:30 y 11:00 comenzó la erupción, cuando la presión acumulada bajo el Perbuwatan se liberó.
8 pescadores de la isla de Sebesi, que se encontraban en Krakatau esa mañana buscando madera, aseguraron que habían escuchado lo que creyeron, serían cañones de un barco realizando prácticas. Entonces una explosión más fuerte se oyó, por lo que corrieron a la playa para ver que ocurría. Ahí vieron que la playa se abría, y la ceniza negra y rocas ardientes volaban, por lo que huyeron.
La onda expansiva y el sonido de las explosiones, cada vez más violentas, recorrieron una distancia de 150 millas en instantes, haciendo retumbar por horas las ventanas y puertas de los poblados alrededor del estrecho. En Batavia y Buitenzorg se pensó que podrían ser cañonazos. Aun así, hubo lugares cercanos como Anjer, Serang y Merak que aseguraron no sentir ni escuchar nada.
Más de una docena de embarcaciones en el estrecho presenciaron el evento. El capitán Hollmann del barco Elisabeth describió:
(…) un cumulo blanco, elevándose rápido. Se alzó casi verticalmente hasta que después de media hora, había alcanzado una altura de cerca de 11 000 metros. Aquí empezó a extenderse como una sombrilla, probablemente porque había alcanzado la altura de los vientos contraalisios, así que pronto solo hubo una pequeña parte de cielo azul vista en el horizonte. Cuando alrededor de las 4:00 de la tarde una ligera brisa del sur sureste inició, trajo una fina capa de ceniza que aumentó fuertemente, hasta que el barco entero estuvo cubierto por todas partes con una uniforme capa de polvo.
El capellán marino del Elisabeth, el padre Heims, describe como se vivió la erupción a bordo del barco:
(…) No escuchamos ninguna detonación. El velo sobre el cielo era tan denso y uniforme que la casi luna llena fue apenas visible durante la noche… a la mañana siguiente … el barco, que estaba tan limpio 24 horas atrás, se veía muy extraño: parecía un barco molino, o más precisamente, como una fábrica de cemento flotante. Por afuera, todo – la pared del barco, tubos lanza torpedos, los mástiles enteros, etc. – estaban cubiertos uniformemente por un polvo gris y pegajoso… se había acumulado, grueso y pesado en las velas, los pasos de la tripulación se oían sordos… la gente disfrutaba recolectar el polvo de lava como material de pulido y no costaba mucho guardarlo en sacos y cajas.
El cielo arriba de este desastre de lluvia de ceniza parecía una gran campana hecha de vidrio lechoso opaco en la que el sol colgaba como una lámpara azul … por otras 75 millas alemanas, tuvimos que sentarnos en la noche, con la cara mirando hacia atrás mientras nos sentábamos juntos intentando conseguir aire. La distribución de la caída de la ceniza sería de un área tan grande como Alemania…
En el Observatorio de Batavia, el director J. P. van der Stock creyó al inicio que era un terremoto hasta que notó que las vibraciones no se sentían tanto en el suelo sino en el aire, señal de una erupción volcánica. Igualmente lo comprobó al ver como las agujas de su declinómetro magnético se movían de forma vertical, en lugar de horizontal, como con un terremoto.
Al pasar las semanas, más barcos cercanos a la zona relataron sus experiencias:
Zeeland: las agujas de las brújulas agitándose violentamente y después desviándose 12o. El capitán MacKenzie observó una columna de humo negro con rayos dentro.
Actea: un color verdoso en el cielo al sur sureste durante la mañana, mientras que al atardecer el sol parecía una bola plateada.
Saamarang: un oleaje repentino sacó al bote y a su tripulación del agua.
Tras esta erupción, a Willem Beyenrick, el veedor de Ketimbang; y a su superior, el señor Altheer, residente de Lampong, se les ordenó ir a Krakatau para investigar la situación.
Dejaron atrás las islas Sebuku y Sebesi para llegar hasta el volcán, el cual estaba rodeado de gas sulfuroso y ceniza. Caían trozos de piedra pómez y los arboles flotaban en el océano, que formaba olas grandes y repentinas. Al llegar, comprobaron lo que dijeron los pescadores: la playa ardía y el Perbuwatan había entrado en erupción.
Las cenizas grises y amarillentas cubrieron el cielo, haciéndolo parecer vidrio opalino. El Sol se veía azul pálido y dio tanto brillo. Una lluvia de cenizas cae hasta 345 millas de distancia de Krakatau.
Continúa la caída de ceniza. A las 8:00 PM, desde un barco cercano se vio una cúpula de vapor en las partes más bajas de la isla, no en el Rakata. Después comenzaron explosiones que arrojaban piedra pómez y polvo, que caían más allá de los límites de la isla. En la columna de vapor se veían rayos.
La isla finalmente baja su actividad y se vuelve visible nuevamente. Del Perbuwatan sale una fina columna de humo blanco.
Un equipo de investigación formado en Batavia el día anterior llega a Krakatau, a bordo del Gouverneur-Generaal Loudon. Durante la noche observaron explosiones acompañadas de temblores. En la mañana una parte del equipo desembarcó y ahí permanecieron buena parte del día.
Ahí descubrieron que la isla estaba cubierta de piedra pómez y la vegetación ha sido carbonizada, excepto en la parte de arriba del Rakata. Del Perbuwatan salía una columna de humo, el cual cubría la isla. Se detectaba el olor del ácido sulfúrico.
El ingeniero A. L. Schurmaan fue el encargado de presentar el reporte oficial sobre si podría ocurrir un evento devastador nuevamente:
Siguiendo los pasos de los más valientes, o acaso de los más imprudentes, subimos tierra adentro sin más obstáculo que las cenizas, que cedieron bajo nuestros pies, estando el camino sobre una colina desde donde pudimos ver emergiendo de entre las cenizas unos troncos rotos que mostraban señales de que sus ramas habían sido arrancadas violentamente. La madera estaba seca, pero nada indicaba que hubiera estado encendida o ardiendo. Ninguna hoja o rama pudo ser encontrada en la ceniza, por lo que es probable que la deforestación deba ser atribuida a un torbellino.
El equipo subió al Perbuawatan por el lado este, llegando finalmente a un cráter de cerca de 1 km en la parte superior y de entre 152 y 243 m, con una profundidad de entre 45 y 50 m. El fondo estaba cubierto de una corteza negra y brillante. No se alcanzó a ver lava.
También se reportó la aparición de dos nuevos cráteres en la isla, formados entre la erupción del 20 de mayo y la del 27 de agosto, y en junio, el Danan comenzó a sacar humo.
Desde aquella visita, el volcán bajó su actividad, pero se mantuvo la columna de humo del Perbuwatan hasta la Gran Erupción. Sobre los nuevos cráteres hay dos historias interesantes.
La primera se conoció hasta un siglo después. En junio de 1883, el Hope se dirigió a Anjer para recibir órdenes, por lo que al marinero R.J. Dalby y a otros se les dio permiso para tomar una canoa y volver a tierra. El recuerda el paisaje del estrecho de la Sonda:
… Estábamos los tres en el bote, y descansamos un largo rato tratando de asimilar la extraña grandeza de nuestros alrededores; fue entonces cuando notamos una larga y recta columna de humo negro, subiendo desde la cima de la isla de Krakatoa…
En julio, Beyenrick volvió a Krakatau y encontró dos cráteres, uno al pie del Danan, lo que se comprobaría el 11 de agosto el capitán H. J. G. Ferzenaar, quien viajó a Krakatau para realizar un estudio de la isla con motivos topográficos, realizando así el último mapa antes de la Gran Erupción.
Ferzenaar encontró tres cráteres activos y sacando humo, uno especialmente potente al sur del Danan, junto con 14 fumarolas. La vegetación estaba completamente destruida.
El capitán recomendó no hacer más estudios en la isla y fue probablemente de los últimos en pisar Krakatau, pues creía que el volcán aún podría activarse nuevamente. Y si bien hubo explosiones ocasionales, la gente comenzó a bajar la guardia, creyendo que la erupción había acabado.
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